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El arte de escribir en la era de los algoritmos

Camilo Chacón Sartori

Virginia Woolf expresó su relación con la escritura de manera contundente: «Siento que al escribir estoy haciendo lo que es mucho más necesario que cualquier otra cosa». En esta cita se refleja la esencia de muchos escritores: no escriben porque quieran, sino porque lo necesitan. La escritura, para ellos, no tiene que ver con la felicidad, sino con un impulso ineludible, una pulsión de comunicar y de explorarse a sí mismos.

Antes de que surgiera la escritura, la oralidad era el único medio para transmitir conocimiento, y su eficacia dependía de una memoria prodigiosa y de una cadena humana ininterrumpida. Las limitaciones eran evidentes: los mensajes podían tergiversarse o perderse por completo. La escritura cambió esta dinámica de raíz. Por primera vez, fuimos capaces de registrar las experiencias humanas, preservar los pensamientos y emociones de quienes vivieron antes que nosotros. También permitió organizar la vida cotidiana, desde el comercio hasta la justicia, dejando constancia de acuerdos, transacciones y leyes.

Sin embargo, la escritura no es matemática. Está sujeta a las interpretaciones, emociones y sesgos de sus autores, a lo que Ludwig Wittgenstein denominó «juegos de lenguaje». La reproducción exacta de un texto, de su significado original, sigue siendo un desafío, ya que las palabras se entrelazan con las subjetividades y contextos de quienes las leen y escriben.

En 2022, con el lanzamiento de ChatGPT, presencié un cambio significativo en nuestra interacción con el lenguaje escrito. Por primera vez, una máquina parecía comprender el lenguaje, analizarlo y mejorarlo, detectando matices como el sarcasmo, la ironía y otras figuras retóricas que hasta entonces considerábamos inherentes al ser humano. Aunque algunos investigadores describieron estos modelos generativos como «loros estocásticos», he llegado a verlos más como «loros estocásticos hábiles», capaces de detectar patrones y enriquecer las conversaciones.

Estos modelos no solo generan texto; abren la puerta a una nueva era tecnológica en la que se crean imágenes y contenido audiovisual personalizado. Para los escritores, estas herramientas no son un reemplazo, sino un aliado. Actúan como un editor silencioso, guiándonos cuando nos desviamos de nuestras intenciones.

Cuando comencé a trabajar en Palabras y algoritmos, me propuse dos objetivos. Por un lado, quería resaltar el impacto transformador de la escritura como tecnología en la evolución de las sociedades humanas. Por otro, explorar cómo la inteligencia artificial está transformando nuestra relación con esta herramienta milenaria.

Palabras y algoritmos es un ensayo que entrelaza mi pasión por las humanidades y la informática. Es un viaje por los hitos y las personas que moldearon la escritura humana, al tiempo que exploro cómo algunos informáticos soñaron, con cierta inocencia, que las máquinas podrían algún día desafiar una de las actividades creativas más profundas de nuestra especie. Esta obra no busca sustituir el placer de escribir ni de leer, sino abrir una reflexión sobre cómo evolucionamos al lado de nuestras herramientas. La escritura, como Woolf lo expresó, es una necesidad, y ahora vivimos en un momento donde las máquinas comienzan a ser cómplices de ese impulso humano eterno.

Si alguna vez te has preguntado cómo las palabras han moldeado nuestra humanidad y cómo los algoritmos están transformando nuestra manera de comunicarnos, Palabras y algoritmos te invita a explorar este fascinante viaje. Te llevará desde los orígenes de la escritura hasta los retos y oportunidades que plantea la inteligencia artificial en el ámbito creativo. Es un libro que no solo reflexiona sobre el pasado y el presente, sino que te invita a imaginar el futuro. Te espero entre sus páginas, donde las ideas cobran vida y los algoritmos se encuentran con la pasión humana por contar historias.

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